bisarma

Se documenta por vez primera en la acepción de 'arma blanca, generalmente de asta, de hierro doble o de dos filos', en la segunda parte de la General Estoria (1275) de Alfonso X (con la variante gráfica uisarma) y no vuelve a registrarse hasta más de un siglo después, cuando se atestigua guisarma en textos aragoneses, como las Ordinaciones de la ciudad de Barbastro (1396) y en el Viaje de Juan de Mandevilla (c1400). A partir de la segunda mitad del XVI (siglo en que las documentaciones se concentran en novelas de caballerías), los testimonios de la voz se tornan muy escasos, hecho que se refleja posteriormente en el Diccionario de autoridades (1729), donde se advierte que es "voz de poco uso". Pese a que en la tradición lexicográfica del español se ha presentado a menudo como un sinónimo de alabarda, la documentación muestra que el vocablo se empleó para designar cualquier tipo de arma blanca doble (como se percibe ya nítidamente en la Istoria de las bienandanzas e fortunas de L. García de Salazar, 1471-1476). Ese carácter dual explica que haya experimentado, en ciertas obras, una reinterpretación etimológica, en virtud de la que se presenta la voz como un derivado de arma y el prefijo bis-. Aunque en algunos estudios históricos sobre las armas antiguas se advierte que la bisarma era originalmente un tipo de arma enastada cuyo hierro estaba compuesto por una pequeña hoz (a menudo, a modo de gancho) y una cuchilla terminada en punta (tipo de arma que se halla en el origen de las acepciones referidas a los instrumentos agrícola y marítimo consignadas en este artículo), los documentos no permiten afirmar que esta acepción se haya asentado como tal en español; tampoco parece haberse especializado el vocablo en el significado específico de ‘hacha de doble filo'.

En la segunda parte del Cancionero general (a1511) se documenta la acepción de bisarma como ‘cosa grande y desproporcionada, que provoca miedo'; a los escasos testimonios espigados en los siglos XVI y XVII han de sumarse las documentaciones recogidas en repertorios lexicográficos del siglo XX consagrados al estudio de algunas variedades diatópicas del norte y occidente de la Península Ibérica. Como ‘instrumento agrícola consistente en un palo largo rematado por un hierro doble, compuesto por una hoz pequeña y una cuchilla terminada en punta', la palabra se usa en un territorio más restringido del español peninsular: el área occidental, como muestra ya su primer testimonio (los Cuentos sacroprofanos de E. Pardo Bazán, de 1899).

Según Castro y Rossi (Gran diccionario de la lengua española, 1852), el vocablo hace referencia también a un instrumento empleado para ‘cortar los aparejos y cabos en un abordaje', aunque no se han podido localizar otros ejemplos de esta acepción lexicográfica.

Vid. también bisarma (DH 1933-1936).