silvoso

Se documenta por primera vez, con la acepción '[lugar] donde abundan los bosques', en 1542, en la anónima novela de caballerías El Baldo; desde entonces, se atestigua con relativa frecuencia durante el siglo XVII, especialmente en textos literarios. Silvoso se emplea en estas ocasiones con el valor de epíteto aplicado a montes, montañas y parajes boscosos o de naturaleza salvaje. No obstante, durante el siglo XIX, en muchas de las ediciones que presentan nuevamente los textos, no se duda en sustituir la voz silvoso (del lat. silva, 'bosque') por silboso (de silbar), otorgándole así una interpretación distinta, como lugar en el que sopla el viento. Sirva como testimonio de lo expuesto el significativo ejemplo del Quijote (I, cap. XVII), donde el "silvoso Pirineo" pasa a ser "silboso Pirineo". Así lo entiende, por ejemplo, V. J. Bastús, y lo confirma en sus Nuevas anotaciones al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1834): "Silboso Pirineo. La elevación de estos montes y el susurro que hacen sus árboles agitados por el viento hizo que Cervantes llamase silboso al Pirineo". Sin embargo, ya advierte F. Rodríguez Marín, en las Notas a su edición de la obra cervantina (1928), que es "Silvoso, dicho de selva, silva en latín, y no de silbar, como entendió erróneamente Pellicer", a propósito de la histórica edición anotada de J. A. Pellicer (1797-1798). La confusión parece proceder, pues, de la reinterpretación del adjetivo silvoso, ya que, como se ha expuesto, silvoso se ha empleado con sustantivos que designan generalmente lugares elevados (Olimpo, Pirineo, monte), hecho que propicia la interpretación de "silvoso" como "ventoso". Por otro lado, como 'típico o característico de la selva' se consigna, en 1803, en el DRAE (donde se define así: "Lo mismo que selvoso. [| Lo que pertenece y es propio de la selva]").