Pronunciación y elocución

Elocución

El ritmo

  1. Cuando escuchamos hablar una lengua, experimentamos una particular sensación en el oído, diferente en cada caso y que viene dada en gran medida por la repetición acompasada (o a intervalos regulares de tiempo) de alguno de sus elementos. En español, el compás lo marca hasta cierto punto la sucesión regular de las sílabas. Esa sensación perceptiva constituye el ritmo particular de la lengua en cuestión.
  2. El ritmo del español. En no pocos estudios sobre la cuestión, se ha afirmado que, en el caso del español, la sílaba es el elemento cuya repetición en periodos de tiempo regulares determina el ritmo, que se ha considerado por ello silábicamente acompasado. La idea subyacente en esa afirmación es que todas las sílabas presentan prácticamente la misma duración. No obstante, también se reconoce en los trabajos especializados que la supuesta homogeneidad en la duración silábica no se ha verificado suficientemente ni puede hacerse extensiva a todas las variedades del español. En efecto, la extensión temporal de las sílabas varía porque depende de muchos factores: del número y de la duración de los sonidos que las integran, de si sobre ellas recae o no un acento (➤ P-55), de la velocidad de elocución (➤ P-28), etc.; además, la supuesta tendencia a la regularidad temporal en las sílabas no se ha puesto de manifiesto en todas las zonas del mundo hispanohablante.
  3. Las claves del ritmo en español. Si todas las sílabas no presentan sistemáticamente la misma duración en español, ¿cuáles son las claves que justifican la percepción de un ritmo clasificado, por lo general, como silábicamente acompasado? Esa impresión viene determinada por ciertas características fónicas que se dan en nuestra lengua y que no se encuentran, al menos en la misma medida, en otros idiomas dotados de otro tipo de ritmo:
    • En español se pronuncian todas las sílabas, que mayoritariamente son poco complejas y tienden a presentar la estructura consonante-vocal (ca.sa, pe.rro, mo.to.ci.cle.ta, etc.). Cuando la velocidad de habla se eleva, la consiguiente reducción temporal de las sílabas suele afectar a todas ellas en igual medida.
    • Las sílabas acentuadas no resaltan demasiado con respecto a las átonas ni por la intensidad ni por el tono, y se alargan también solo moderadamente.
    • Todas las vocales pueden aparecer tanto en sílabas átonas como en tónicas. Las situadas en sílabas átonas apenas ven modificado su timbre; únicamente en el habla coloquial y relajada pueden «desdibujarse», pronunciándose algo más hacia el centro de la boca.
    • La articulación de los sonidos consonánticos que integran las sílabas átonas y las tónicas no varía, con independencia de la presencia o ausencia de acento. Por ejemplo, la c y la n de can.to y de can..
    • En el habla conversacional, el énfasis y la prominencia de ciertos elementos se consiguen más frecuentemente haciendo uso de recursos morfosintácticos —por ejemplo, cambios en el orden de palabras u otras estrategias— que de procedimientos acentuales, como el de introducir acentos enfáticos. Por ejemplo, si se desea destacar la persona a la que se pidió un favor, una opción sería pronunciar Te lo pedí, no se lo pedí, enfatizando los pronombres, pero otra posibilidad más natural en español sería Te lo pedí a ti, no a él, sin énfasis particular.

    Si la elocución de un hablante contraviene en mayor o menor grado estas tendencias generales sobre las que parece fundamentarse el ritmo del español, es claro que se alterará la impresión rítmica que su emisión produzca en los oyentes.

  4. Recomendaciones generales con respecto al ritmo:
    1. Conviene pronunciar claramente todas las sílabas de la secuencia hablada y los sonidos que las integran. Es preciso evitar expresiones como bocadillo calamares, puerta Alcalá, etc., en lugar de bocadillo de calamares, puerta de Alcalá, etc.
    2. La pronunciación ha de ser clara, manteniendo las características del timbre de cada sonido, pero nunca exagerada.
    3. Como la cadena hablada se distribuye en grupos acentuales (➤ P-60), son las vocales tónicas en torno a las cuales se configuran estas agrupaciones las que deben recibir la acentuación. Si, por el contrario, se acentúan las átonas que las rodean, el grupo se rompe y el ritmo se altera.
    4. Aunque el español admite la inclusión de acentos secundarios —ya sean puramente enfáticos, como los que se colocan en las sílabas iniciales de las palabras, ya sean rítmicos, como los que recaen sobre sílabas alternas a partir de la acentuada (➤ P-66, f)—, se aconseja no abusar de su empleo.
    5. Las sílabas tónicas no han de destacar en exceso ni las átonas deben oscurecerse o desaparecer.
    6. El realce más acusado lo debe recibir la sílaba que lleve el acento principal, de frase o nuclear (➤ P-66, b), situado en el límite final del enunciado de que se trate.
    7. El ritmo se basa en la recurrencia pautada de algún elemento (➤ P-69), pero eso no significa que haya de ser repetitivo. Por lo tanto, es recomendable no reiterarse en el uso de determinados sonidos, palabras, tipos de acentuación (esdrújula, aguda), expresiones, etc., para no dar lugar a combinaciones malsonantes.
     

    Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española:
    Libro de estilo de la lengua española [en línea], https://www.rae.es/libro-estilo-lengua-española/el-ritmo. [Consulta: 30/06/2024].

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