Pronunciación y elocución

Elocución

La velocidad de habla

  1. La velocidad de habla, también llamada velocidad de elocución, viene dada por la relación entre la secuencia que se emite y el tiempo total que se emplea en emitirla, el cual se calcula sumando no solo la duración de los sonidos sucesivos que el hablante articula, sino también la de las pausas que produce durante toda la emisión.
  2. Variabilidad de la velocidad de habla. Que una persona hable con mayor lentitud o mayor rapidez depende de varios factores, que, a su vez, son de diverso tipo:
    1. Factores individuales. Cada individuo tiene tendencia a hablar a una velocidad determinada, por razones variadas que tienen que ver con su personalidad, su sexo, su edad, su estado de salud o, incluso, con su capacidad torácica, que puede obligar a hacer más o menos pausas respiratorias. Por ejemplo, se ha observado que las mujeres suelen presentar más variación en la velocidad de habla que los hombres.
    2. Factores contextuales. Influyen de manera determinante en la velocidad con la que se pronuncian los enunciados algunas variables del entorno en el que se produce el acto de habla: si el hablante dispone de poco o mucho tiempo, si la relación que mantiene con su(s) interlocutor(es) es más o menos cercana y más o menos formal, si su audiencia conoce o no el tema tratado, etc. Por ejemplo, un profesor de español para extranjeros en los cursos iniciales adaptará necesariamente su velocidad de elocución al nivel del conocimiento de sus alumnos.
    3. Factores cognitivos. El esfuerzo cognitivo requerido por la tarea que esté desarrollando el hablante va con frecuencia ligado a la velocidad de habla que este emplea. Por ejemplo, un orador que pronuncia un discurso leyendo lo hará posiblemente con mayor rapidez que aquel otro que lo haya de improvisar sin papeles delante —en muchos casos, porque este último se sentirá más inseguro sobre cómo continuar algunas frases e introducirá más pausas dubitativas (➤ P-39)—. Del mismo modo, un docente que imparte una clase magistral no hablará a la misma velocidad que cuando interviene en una conversación intrascendente con amigos.
    4. Factores emocionales. La distinta velocidad con la que un hablante emite sus enunciados, combinada con las variaciones que presenten otros elementos prosódicos, como la entonación (➤ P-73) o la intensidad (➤ P-49), a menudo deja traslucir cuál es su estado de ánimo o qué emoción experimenta en el momento de su emisión. Por ejemplo, una velocidad excesivamente rápida, superior a la normal (➤ P-32, a), se relaciona por lo general con estados de nerviosismo o de ansiedad, y una velocidad simplemente rápida, asociada a tonos altos (➤ P-80 y P-81), suele indicar alegría.
  3. Medición de la velocidad de habla. ¿Cuál es la velocidad normal? No hay acuerdo en su fijación. Haciendo abstracción de todo el debate generado, pero promediando las cifras ofrecidas en los distintos estudios, para el caso del español puede considerarse normal la comprendida en un rango que abarca desde las ciento treinta hasta las doscientas palabras por minuto. El rango es amplio porque la variabilidad es grande; depende, como ya se ha dicho (➤ P-29), de muchos factores y varía de una situación a otra.

    Los hablantes comparten, de manera intuitiva e inconsciente, la idea aproximada de lo que constituye la «norma» para cada tipo de circunstancia y para cada cultura.

  4. Significados asociados con la velocidad de habla. Teniendo en cuenta lo señalado en el P-29, es obvio que la velocidad con la que se expresa una persona pone de manifiesto significados relacionados tanto con la personalidad de ese hablante como con la tarea que lleva a cabo y con el entorno en el que la realiza. Tales significados pueden transmitirse voluntaria o involuntariamente, dependiendo de la conciencia que el hablante tenga del recurso con el que cuenta y de la habilidad que demuestre al aprovecharlo para sus fines.
  5. Efectos de las alteraciones en la velocidad de habla:
    1. Velocidad demasiado rápida. Una velocidad demasiado rápida puede hacer que el mensaje sea menos inteligible por varias razones:
      • La articulación de los distintos sonidos se ve modificada, provocando en muchos casos que se alteren sus características definitorias, que no se distingan bien entre sí o que se perciban erróneamente. Por ejemplo, en una pronunciación excesivamente rápida, una /p/ puede confundirse perceptivamente con una /b/ —la primera requiere más tensión y más duración que la segunda—, de manera que solo el contexto puede ayudar a distinguir cupo de cubo.
      • La pronunciación de las combinaciones de sonidos (diptongos, hiatos) también puede verse afectada, reduciendo los diptongos a una sola vocal o transformando los hiatos en diptongos. Por ejemplo, un diptongo como /eu/ puede convertirse en /u/: [urópa], en lugar de [európa].
      • Las sílabas se conforman de manera diferente, con una posible aplicación exagerada del fenómeno del resilabeo (traslado de un elemento de una sílaba a otra en la secuencia). Por ejemplo, la ley es tiende a pronunciarse [la léyes].
      • Los límites entre palabras se difuminan y se pierden sonidos. Por ejemplo, se ha resuelto pasa a ser [sá rresuélto].
      • La acentuación y la entonación de todo el enunciado también se altera, porque puede verse disminuida la cantidad de acentos marcados en las palabras. Por ejemplo, al no mantenerse las pausas antes y después de pues, este adverbio —equivalente a por (lo) tanto— puede perder su acento y pasar a ser una conjunción en frases como El asunto se aclaró, pues, con su respuesta, con lo cual la frase queda inacabada: El asunto se aclaró, pues con su respuesta…

      Hablar con excesiva rapidez puede suscitar en el oyente distintas impresiones sobre la personalidad o la actitud del hablante, las cuales escapan a su control:

      • Puede indicar una cierta inestabilidad emocional.
      • Caracteriza al hablante como un sujeto sometido a un elevado grado de nerviosismo o de tensión.
      • Es interpretable también como una estrategia para no ceder el turno de palabra al interlocutor, es decir, como una muestra de descortesía conversacional.
      • Puede sugerir que el hablante tiene prisa por zanjar el tema que está tratando, con o sin la aquiescencia de los oyentes.
      • Puede incluso entenderse como una muestra de enojo o desacuerdo por parte del hablante en relación con su interlocutor.
    2. Velocidad demasiado lenta. Una velocidad demasiado lenta no es tampoco aconsejable, ya que puede producir efectos no deseables:
      • Genera la impresión de un habla entrecortada y vacilante.
      • Causa en el oyente una impresión de monotonía y aburrimiento, o, más en general, de incomodidad.
      • Puede introducir pausas en lugares inadecuados desde el punto de vista sintáctico. Por ejemplo, los gerentes # de la compañía han afirmado… (de ahora en adelante, la almohadilla, #, representa pausa).
      • En la conversación, confunde al interlocutor acerca del intercambio de los turnos, puesto que es susceptible de interpretarse como una señal de cesión de la palabra.

      También en el caso de un habla lenta se forman juicios sobre la pronunciación del hablante:

      • Refleja inseguridad, timidez, poca vitalidad.
      • En ciertos casos, puede transmitir la imagen de desconocimiento o incompetencia acerca del tema tratado.
      • Se entiende en otras ocasiones como una carencia de facilidad verbal, como una dificultad personal para expresarse con fluidez.
      • Puede llegar a interpretarse como la manifestación de la voluntad presuntuosa del hablante por revestir a sus palabras de una solemnidad injustificada.
    3. Velocidad de habla normal. Frente a estos dos excesos —exceso de rapidez y exceso de lentitud—, la velocidad normal de habla (o ligeramente rápida), ajustada a las circunstancias en las que el mensaje se inscribe, resulta apropiada por muchos motivos:
      • Caracteriza al hablante como una persona equilibrada.
      • Pone de manifiesto su control sobre el acto de habla en el que está inmerso, su competencia.
      • Facilita el intercambio conversacional, sin inducir a errores en la alternancia de los turnos de palabra.
      • No abruma a la audiencia ni la aburre.
      • Produce una impresión general de fluidez en el discurso.
      • Transmite espontaneidad, pero no precipitación.

      Las razones expuestas aconsejan que el hablante aprenda a ejercer un autocontrol sobre la manera, más o menos rápida, en la que ha de emitir los mensajes, adecuándola a la tarea, al tema y al contexto, y teniendo siempre presente que las alteraciones en la velocidad de habla entrañan cambios en la interpretación de los mensajes mucho más importantes de lo que a simple vista pudiera pensarse.

  6. La velocidad de habla en ámbitos profesionales. Son muchas y diversas las profesiones cuyo ejercicio implica la puesta en práctica de una correcta elocución. Abogados y fiscales, políticos, profesores y conferenciantes, actores, etc., todos ellos se sirven de la expresión oral para desarrollar su trabajo.

    Un buen orador ha de saber cómo resultar natural aprovechando al tiempo las posibilidades que le ofrecen los diferentes recursos (en este caso, la velocidad de habla); ha de conocer, por tanto, los efectos que va a producir en la audiencia cualquier cambio de velocidad que imprima a su mensaje (➤ P-32).

    Mención especial merecen los locutores y los profesionales de los medios orales de comunicación, cuya labor tiene como instrumento principal, y a veces exclusivo, la voz.

  7. La velocidad de habla en los medios orales de comunicación. El dominio de la prosodia (velocidad de habla, pausas, acento, entonación) es de vital importancia para los profesionales de aquellos medios de comunicación que conllevan un componente oral (radio, televisión). Por lo que se refiere, en concreto, a la velocidad, las normas aconsejables para su empleo como un recurso comunicativo válido no pueden avanzarse sin precisar antes el tipo de género al que se está aludiendo: informativos, entrevistas, reportajes en directo, etc.
    1. Informativos. En los programas informativos, la velocidad de habla tiende a ser, por lo general, ligeramente más elevada de lo habitual; en primer lugar, porque el locutor lee y, en segundo lugar, porque para transmitir la información dispone de un tiempo ajustado del que no puede excederse. Aun así, los finales de cada una de las unidades de información suelen ser más lentos, y los inicios, más rápidos, lo que contribuye a marcar la separación entre unas y otras.

      Lo deseable es que la velocidad —tanto en radio como en televisión, pero sobre todo en radio, donde no existe apoyo visual— se adapte de modo que sea lo más natural y normal (➤ P-30) posible —esto también es especialmente importante por lo que se refiere a la entonación (➤ P-73)— y, al mismo tiempo, lo más dinámica posible.

      En otras palabras, se trata de adoptar una velocidad normal, ligeramente acelerada por los condicionantes mencionados, pero dotada de suficiente flexibilidad para destacar los aspectos más relevantes del mensaje y evitar la impresión de monotonía. Por ejemplo, en un enunciado como El Ministerio de Economía, que ha analizado las causas del problema, ha destinado ochocientos millones para conseguir los recursos necesarios, podría producirse un descenso muy moderado de la velocidad en su última parte (ochocientos millones para conseguir los recursos necesarios), introduciendo incluso una brevísima pausa (admisible) antes de ochocientos y concediendo con ello relevancia y énfasis al contenido siguiente de la noticia.

    2. Entrevistas. La velocidad de habla que los entrevistadores imprimen a sus preguntas durante el desarrollo de la conversación con el entrevistado también puede fluctuar en función del contenido, del tono general y del entorno en que esta se desenvuelva:
      • Cuando se la quiere dotar de un carácter intimista, de aproximación o de cercanía cordial con el personaje, normalmente las preguntas o los comentarios han de ser más pausados.
      • Si, por el contrario, el periodista trata de mantener una actitud neutra, distante o incluso incisiva con su interlocutor, la velocidad es habitualmente más rápida. Sirvan como ejemplo los cuantiosos casos en los que los políticos son entrevistados de este modo.
    3. Retransmisiones y conexiones en directo. Las retransmisiones deportivas en general se realizan con un grado de velocidad de habla que ha de acoplarse a los acontecimientos que se están narrando, de modo que la retransmisión del comienzo de una jugada de fútbol, por ejemplo, suele ser muy lenta e irse poco a poco acelerando a medida que crece la tensión e intervienen en el juego más deportistas.

      La velocidad media en este tipo de retransmisiones es elevada, y es lógico que así sea para mantener la atención del oyente.

      En el caso de las conexiones en directo en las que los corresponsales o los enviados especiales han de narrar unos determinados acontecimientos, la velocidad de habla empleada depende en buena medida del grado de improvisación con el que el periodista se desenvuelva. Si el profesional ha preparado y ha pautado con tiempo su intervención, su locución será, idealmente, fluida, pero no atropellada ni nerviosa; en caso contrario, existe el riesgo de emitir un habla entrecortada, excesivamente lenta y llena de autocorrecciones y pausas —a menudo incorrectas (➤ P-42)— o bien, al contrario, un discurso acelerado de pronunciación imprecisa y vacilante.

  8. Recomendaciones generales con respecto a la velocidad de habla:
    1. Como principio general, conviene optar por una velocidad moderada y estable, pero interesa también ajustarla siempre al contexto en el que se desarrolla el acto de habla y a la tarea que se esté realizando. Existen numerosos tipos de ejercicios aplicables para conseguir la adquisición de este dominio. El más elemental consiste en repetir y registrar la lectura o la enunciación del mismo texto a velocidades diferentes, para después analizar los resultados.
    2. En una conversación, se recomienda adaptar en la medida de lo posible la propia velocidad de habla a la del interlocutor, facilitando así la intercomunicación.
    3. Resulta útil tener siempre presente que las alteraciones en la velocidad de habla, a partir de la velocidad de referencia aceptada socialmente, conllevan consecuencias, pues comportan cambios en la percepción estereotipada del hablante por parte de los oyentes o interlocutores.
    4. En consecuencia, es preciso aprender a controlar y a servirse de la velocidad de habla como recurso para conformar, mitigar o resaltar aspectos concretos de la propia personalidad y de la propia imagen.
    5. En el campo profesional —en particular, en los medios de comunicación— y por lo que respecta a la velocidad de habla, una buena locución será aquella que combine la naturalidad con la variación justificada, dependiendo de cada circunstancia. Conviene, pues, preparar concienzuda y previamente la intervención oral que se haya de hacer.
     

    Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española:
    Libro de estilo de la lengua española [en línea], https://www.rae.es/libro-estilo-lengua-española/la-velocidad-de-habla. [Consulta: 30/06/2024].

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