Introducción


Introducción

La ortografía es el conjunto de normas que regulan la correcta escritura de una lengua. Se denomina también así la disciplina lingüística que se ocupa de describir el funcionamiento del sistema ortográfico, de fijar sus normas y de efectuar las modificaciones necesarias para la mejor adecuación a sus fines.

La función esencial de la ortografía es facilitar y garantizar la comunicación escrita entre los usuarios de una lengua mediante el establecimiento de un código común para su representación gráfica. Cumple, además, un papel esencial como factor de unidad lingüística, pues impone una representación gráfica uniforme y compartida por encima de las variantes de pronunciación que puedan existir debido a factores geográficos, socioculturales e incluso individuales.

La ortografía se concreta en un conjunto de normas que deben ser respetadas por todos los hablantes que deseen escribir con corrección. Su incumplimiento da lugar a las comúnmente denominadas faltas de ortografía. El conocimiento de las normas ortográficas es condición necesaria para el completo desarrollo del individuo, ya que es indisociable de la adquisición de las destrezas básicas de la lectura y la escritura. Es la propia sociedad la que recompensa a quienes dominan la ortografía con una buena imagen social y profesional y, en sentido contrario, la que sanciona a las personas que muestran una ortografía deficiente con valoraciones que afectan a su imagen y pueden restringir su promoción académica y profesional.

En el establecimiento y fijación de las normas ortográficas del español han operado, con diferente peso e importancia según las épocas, criterios y principios de distinta naturaleza y no siempre congruentes entre sí:

a) ADECUACIÓN ENTRE GRAFÍA Y PRONUNCIACIÓN. El criterio fonológico determina que en la escritura de las palabras se deben representar todos los fonemas que se articulan en su pronunciación, así como evitar incluir letras que no tengan reflejo oral. Por eso escribimos, por ejemplo, escala (y no scala) o salmo (y no psalmo). Para aplicar este criterio se toma como referencia la pronunciación culta estándar. La fidelidad a la pronunciación ha sido el principal criterio regulador de la ortografía del español.

b) CORRESPONDENCIA BIUNÍVOCA ENTRE LETRAS Y FONEMAS. Según este principio, cada letra debería representar un único fonema y cada fonema debería ser representado por una sola letra. Aunque, por razones históricas y etimológicas, este ideal no se cumple de manera perfecta en la ortografía del español, sí ha guiado muchas de las reformas llevadas a cabo en etapas previas a su normalización.

c) ETIMOLOGÍA. Según este criterio, en la escritura de las palabras debe respetarse en alguna medida la forma gráfica de su étimo (el término del que proceden). Este criterio funciona, en muchos casos, en sentido opuesto al fonológico y explica por qué la forma escrita de determinadas palabras contradice el principio básico de adecuación entre grafía y pronunciación, como en psicología [sikolojía].

d) USO CONSTANTE. Este criterio avala la grafía consolidada a lo largo del tiempo por el uso mayoritario de los hablantes. El uso ha actuado como árbitro entre los otros dos criterios principales, la pronunciación y la etimología, a la hora de fijar la grafía de muchas palabras. En unos casos, el uso mayoritario se ha decantado por grafías fonológicas (como en tisana, del lat. ptisāna) y, en otros, por grafías etimológicas (como en psicología, formada sobre la voz griega psychḗ ‘alma’).

e) DIFERENCIACIÓN DE HOMÓNIMOS. Este criterio establece o perpetúa diferencias gráficas para evitar casos de homonimia, como en basto (‘tosco’) y vasto (‘extenso’) o hasta (preposición) y asta (‘cuerno’). Esta pauta ha sido poco relevante en la fijación de la ortografía del español; de hecho, existen en nuestra lengua muchos casos de palabras homónimas (de igual grafía, pero distinto significado) que la ortografía no evita, como bonito (‘bello’) y bonito (‘pez’). Aun así, el criterio antihomonímico puede explicar algunos rasgos de nuestro sistema ortográfico, como el uso de la tilde diacrítica: el (artículo) / él (pronombre).

f) ANALOGÍA. Según este principio, las variantes flexivas de una palabra (femeninos, plurales o formas verbales), así como las voces de una misma familia o que contienen una misma raíz léxica, han de presentar idéntica grafía en el segmento que comparten: vano, vanas, vanagloria; hambre, hambruna; ligero, ligereza, aligerar, etc. Solo se alteran las grafías de las formas flexivas, derivadas o compuestas cuando debe aplicarse alguna de las reglas generales de correspondencia entre letras y fonemas, por ejemplo, la que establece que delante de a, o, u se escribe j y no g para representar el fonema /j/: escoger, escogimos…, pero escojo, escojan

g) UNIDAD ORTOGRÁFICA. Según este principio, al que deben supeditarse todos los criterios hasta aquí expuestos, la representación gráfica del español ha de ser la misma para todos sus hablantes y en todo su territorio, y debe reflejar todas las unidades fónicas distintivas efectivamente existentes en cualquiera de sus variedades, aunque algunas de esas unidades no existan en el habla de determinadas áreas o hablantes. Por esta razón, la ortografía del español ha tomado como referencia para su escritura las variedades orales que distinguen los fonemas /z/ y /ll/, aun cuando estas son claramente minoritarias en el conjunto del ámbito hispánico.

En el momento actual, la ortografía del español goza de un alto grado de estabilidad y adecuación, y cuenta con el acatamiento general de todos los hablantes alfabetizados, razón por la que la Asociación de Academias de la Lengua Española no estima conveniente realizar en ella reformas de calado, sin renunciar a llevar a cabo pequeños ajustes para aumentar su coherencia y su eficacia.

Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española:
Ortografía básica de la lengua española [en línea], https://www.rae.es/ortografía-básica/ayuda/introduccion-ob. [Consulta: 30/06/2024].

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