nagua

Diccionario histórico de la lengua española (2013- )

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nagua s. (1495-)
nagua, nahua, naoas, nauas, navas, nagüesilla, nagüetas, nagüilla
Etim. Voz de origen foráneo, probablemente tomada del taíno; esta hipótesis es la sustentada por P. Henríquez Ureña, quien afirma que "naguas, con s final, y no enaguas, es la forma primitiva, cuyo origen taíno es indudable (consta desde 1495). [...] Las formas nagua, sin s, y enagua, son castellanas y tardías" (Para la historia de los indigenismos, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, p. 119). Del mismo modo, M. Alvar indica que el vocablo procede "del taíno de Santo Domingo" (Americanismos en la "historia" de Bernal Díaz del Castillo, Madrid, CSIC, 1970).

Se documenta por primera vez, con la acepción de 'prenda de vestir para mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas', en 1495, en el documento titulado "Relación del oro y joyas que recibió el Almirante después que el receptor Sebastián de Olaño partió de la isla Española para Castilla, desde 10 de Marzo de 1495", publicado en el tomo X de la Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, sacados de los Archivos del Reino, y muy especialmente del de Indias (las lecturas se han comprobado en el original, conservado en el Archivo General de Indias, con la signatura Patronato, 8. R. 12, y accesible a través de Pares). Las siguientes documentaciones, en gran medida procedentes de cronistas de Indias, recogen el uso de esta voz taína, desconocida hasta entonces por los conquistadores, lo que explica la multiplicidad de variantes y vacilaciones existentes incluso dentro de un mismo texto. Así, la mayor parte de ellos apuntan como rasgos más significativos que es una prenda (frecuentemente caracterizada como "manta"), cuya longitud oscila entre las rodillas y los tobillos (según la condición social a que pertenece la mujer), de algodón blanco, y que emplean las mujeres casadas para cubrir la parte inferior del cuerpo. Cabe destacar asimismo que ya entonces esta voz se emplea mayoritariamente en plural. A partir del siglo XVII, el uso de esta palabra va a sufrir una evolución distinta a un lado y otro del Atlántico, aunque no es menos cierto que habrá una influencia mutua. En América el vocablo sigue empleándose para designar la prenda exterior; en su uso subyace, además, el hecho de ser una vestimenta típicamente indiana, ligada por tanto a unos usos y costumbres propios de la era precolombina (véase a este respecto testimonios como los de Ruiz de Alarcón). Por el contrario, en España el vocablo se adapta a las modas europeas, alterando así su significado original. En virtud de este cambio, la voz pasa a designar una 'prenda interior para mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas', atestiguada por primera vez en 1628, en el Discurso de todos los diablos, o infierno emendado, de F. de Quevedo. Este hecho supone, además, la consolidación de la voz enagua; cabe señalar, no obstante, que el uso de una voz u otra es fluctuante y que ambas, nagua y enagua, presentan testimonios de las dos acepciones. Así pues, la consolidación de ambas voces en España coincide temporalmente con una polémica muy virulenta en aquel tiempo, relacionada con lo que se consideró un exceso en la manera de vestir de las mujeres, debido a la desproporción en la parte inferior de su vestimenta, formada por varias capas que terminaban en la saya o basquiña. La enagua era la prenda más interna y las mujeres se ponían varios pares; encima de ellas se colocaba el guardainfante y la pollera. Como afirma C. Bernis en su estudio "Velázquez y el guardainfante", "la falda exterior, la única visible, era la vasquiña" (en Velázquez y el arte de su tiempo. V Jornadas de Arte, Madrid, CSIC, 1991, p. 54). En los siglos posteriores, los testimonios de nagua irán decayendo de manera llamativa en los textos españoles; se empleará casi exclusivamente para caracterizar a personajes pertenecientes a estratos sociales bajos (que utilizará naguas por aféresis de enaguas). En Hispanoamérica se da también esta tendencia de manera generalizada hasta entrado el siglo XX (véanse, a este respecto, los testimonios de Magón, Echeverría, Lyra o J. E. Rivera), momento en que confluyen las voces de escritores indigenistas como M. Á. Asturias, con la de los lingüistas que, cada vez más frecuentemente, reivindicarán la pureza etimológica de esta forma, considerada hasta entonces como variante popular del vocablo. Así lo expresa Santamaría en su Diccionario de mejicanismos (1959): "Las enaguas, de que habla el Diccionario de la Academia, en forma creada y hecha usual por escritores españoles, pero que no es la más propia, porque la que se identifica con la raíz indígena es nagua, muy usada, más usada que enaguas, popularmente exclusivamente usada, y por tanto, es la que debiera respetar y aceptar y consignar la Academia, obedeciendo la autoridad del uso. La forma académica tal vez sea usada en España. En América, no más que por excepción. El Diccionario ya consigna nuestra voz, aunque dice que se usa más en plural". A pesar de lo indicado, la preferencia por una voz u otra responde a una distribución geográfica que se constata en ambas orillas del Atlántico: nagua es la predominante en el área centroamericana y mexicana, así como en el área meridional española, lo que coincide con el mantenimiento del sentido primitivo de falda exterior. Así lo ponen de manifiesto P. García Mouton y Á. Grijelmo en su estudio titulado Palabras moribundas, refiriéndose al uso de la palabra en Andalucía: "Y es que enagua, pero sobre todo nagua, conserva en Andalucía no sólo la forma más antigua, sino también el sentido primitivo de la voz americana, porque, en el medio rural, en los años cincuenta del siglo pasado todavía era el nombre normal de la falda y, para distinguirlas, se llamaba nagua o enaguas blancas a la 'enagua', a la ropa interior" (Madrid, Taurus, 2011). La acepción coloquial 'persona adulta de sexo femenino', que surge por metonimia a partir de la prenda de vestir que se da como propia de mujeres, se registra en 1928, en La marquesa de Yolombó, de T. Carrasquilla. Como 'hombre que no tiene ánimo o valor para enfrentarse a un peligro, para soportar una desgracia o para emprender acciones importantes', se documenta por vez primera en 1893, en el Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica de Gagini, y ya en 1896 figura en la obra de Magón titulada Taquilla, pulpería y tercena y, a partir de entonces, en obras literarias y lexicográficas costarricenses, aunque también se recoge en el Glosario lexicográfico del atlas lingüístico-etnográfico de Colombia (ALEC, 1986) de Montes, Figueroa, Mora y Lozano. La acepción coloquial 'protección excesiva que ejerce una autoridad' se registra en la prensa ya avanzado el siglo XXI, aunque la construcción "bajo las naguas", en sentido literal, muestra testimonios ya desde mediados del siglo XX (véase la acepción 1).

Como 'tabanque' se consigna únicamente en el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (1965). En 2010, en el Diccionario de americanismos de la ASALE se recoge la acepción 'flor de nagua'.

Por su parte, naguas de loca como denominación de la petunia ('planta herbácea de jardín, de tallos largos y débiles, hojas ovaladas y vellosas, y flores grandes y olorosas') se documenta por vez primera en 1969, en la obra El español hablado en el departamento del norte de Santander: datos y observaciones de Flórez, Montes y Figueroa. Amarrarse las naguas, con el  valor 'imponer [una mujer] su autoridad', se documenta en 1924 en La vorágine, de J. E. Rivera. Nótese que el Diccionario de americanismos de la ASALE recoge amarrar las enaguas con este mismo significado. 

  1. s. f. Prenda de vestir para mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas. Generalmente, en plural.
  2. Acepción en desuso
  3. s. f. Prenda interior para mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas. Generalmente en plural.
  4. 1⟶metáfora
    s. m. CR Co desp. Hombre que no tiene ánimo o valor para enfrentarse a un peligro, para soportar una desgracia o para emprender acciones importantes.
  5. 1⟶metonimia
    s. f. pl. Co coloq. Persona adulta de sexo femenino.
  6. 1⟶metáfora
    s. f. pl. coloq. Protección excesiva que ejerce una autoridad. En la construcción bajo o en las naguas de.
  7. Acepción lexicográfica
  8. s. f. Esp: Merid (And) "Tabanque" (Alvar, ALEA IV-1965).
  9. Acepción lexicográfica
  10. s. f. PR "Flor de nagua (Nymphaeaceae; Nymphaea ampla)" (ASALE, DiccAmericanismos-2010).
amarrarse las naguas
  1. loc. verb. coloq. Imponer [una mujer] su autoridad.
naguas de loca
  1. s. f. pl. Planta herbácea de jardín, de tallos largos y débiles, hojas ovaladas y vellosas, y flores grandes y olorosas. Nombre científico: Petunia (género).

Diccionario histórico del español de Costa Rica

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