enagua

Diccionario histórico de la lengua española (2013- )

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enagua s. (1512-)
enagua, enahua, enagüeta, enagüilla, enagüota
Etim. De nagua; según el DECH (s. v.), "Partiendo de frases como estaba en naguas, salió en naguas, esta forma se convirtió en enaguas, evitando así el que se entendiera estaba en aguas".

Se documenta por primera vez, en la acepción 'prenda de vestir para mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas', en un documento de 1512 editado por Tanodi en la obra  Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico  (1971). Desconocemos si el autor ha regularizado las vacilaciones que se constatan en esta época entre  nagua  y  enagua  o si, efectivamente, esta forma no etimológica ya aparece en una época tan reciente. En la acepción 'prenda interior para mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas', se atestigua por primera vez en 1622, en el  Entremés del niño y Peralvillo de Madrid  de F. de Quevedo. Los pasajes poéticos dedicados a la crítica sobre el uso de las enaguas son numerosos y responden a un debate que centró una parte de la poesía humorística española en los siglos XVI y XVII. Y es que la definitiva consolidación de esta voz en España coincide con una polémica muy virulenta relacionada con lo que se consideró un exceso en la manera de vestir de las mujeres, debido a la desproporción en la parte inferior de su vestimenta, que llegó a estar formada por  sucesivas capas de tela superpuesta. El conjunto se componía así de varias piezas de ropa que constaban, de dentro a fuera, de varios pares de enaguas, el guardainfante, la pollera y, finalmente, la saya o basquiña. El papel de la enagua, la prenda más interior, era facilitar el ahuecado o engrosamiento del conjunto, que terminaba de completarse con el guardainfante. Como indica C. Bernis en su trabajo "Velázquez y el guardainfante", el material de que estaba hecho, así como sus características más destacadas, era muy diverso: "Había enaguas de lienzo, almidonadas o engomadas, de otras telas finas y ligeras como el cambray y la beatilla (que se usaba también en tocas y camisas), guarnecidas con randas y "puntas" de encaje, pero se usaron también enaguas de tela como el raso, la bayeta, la jerquilla y algunas otras, de los más diversos colores. Las enaguas eran faldas abiertas que montaban sobre sí mismas" (en  Velázquez y el arte de su tiempo. V Jornadas de Arte , Madrid, CSIC, 1991, p. 54). A partir de entonces, la enagua queda fijada en la tradición española como una prenda interior, a pesar de que también pervive en algunos lugares la noción de prenda exterior.  Esta convivencia de estas dos acepciones tan similares provoca situaciones dispares; en algunas zonas donde predomina una de ellas se sustituye la otra por otro vocablo que no provoque ambigüedad; por el contrario, en otras zonas donde perviven ambas, se produce la necesidad de introducir especificadores; así, en Andalucía se habla de "enaguas blancas" o "enaguas bajeras" para aludir a la ropa interior, tal como puede verse en el  Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía  (mapa 1380); por el contrario, en la obra  El Periquillo Sarniento  de J. J. Fernández de Lizardi (1816-1827) se introduce la especificación "enaguas exteriores". Más allá de lo expuesto, cabe destacar el hecho de que de esta acepción se derivan otras dos. Como 'prenda interior para mujer que cubre desde los hombros hasta las piernas' se documenta por primera vez en la obra  Manuela  (c1858) de E. Díaz Castro; para evitar la confusión, este autor introduce en ocasiones la especificación "enagua de cadera", para referirse a la acepción de la que depende esta. Curiosamente, a pesar de que no se registra con profusión, esta acepción parece haberse vigorizado en los últimos tiempos en catálogos de moda. Por su parte, de la acepción relativa a la prenda exterior parece derivarse, por metáfora, la correspondiente a la 'tela que cubre la mesa camilla y que suele llegar hasta el suelo', que se atestigua por primera vez en 1879, en  Los Apostólicos  de B. Pérez Galdós, aunque su uso pervive especialmente en Andalucía. La acepción 'protección excesiva que ejerce una autoridad' ofrece escasos testimonios: se documenta por primera vez en  Cuentos de mi Tía Panchita  (1920) de Carmen Lyra.

La voz presenta, además, otras acepciones que solo se consignan en repertorios lexicográficos o en obras de tipo metalingüístico. Como 'camisa de mujer' se documenta por primera vez en el Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias (1976). Como 'vestidura de bayeta negra, a modo de saya, que usaban los hombres en los lutos mayores y los trompeteros de las procesiones de Semana Santa' se documenta en el Diccionario de Autoridades (1732) y sigue estando presente en la vigesimotercera edición del diccionario académico. Como 'papel para liar cigarrillos' se consigna únicamente en el Diccionario del español de México (2010) de Lara.

Amarrarse las enaguas, con el valor de 'imponer [una mujer] su autoridad', que se documenta por vez primera en el Diccionario de americanismos (2010) de la ASALE.

En otras obras lexicográficas o metalingüísticas se registran otras unidades pluriverbales: así, enaguas meadas, circunscrita al área costarricense, se consigna en el Habla popular en la literatura costarricense (1969) de Arroyo Soto con el valor de 'hombre cobarde, pusilánime'. Enaguas blancas se utiliza en México para referirse a 'la caballería que tiene pelo blanco de los corvejones abajo', tal como se registra en el Vocabulario agrícola nacional (1935) y en el Diccionario ecuestre (1945) del Duque de Regla. Pegado a las enaguas, como sinónimo de pegado a las faldas, se consigna en el DRAE de 2001, donde se considera una locución adjetiva propia de México.

  1. s. f. Prenda de vestir de mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas. Generalmente en plural.
  2. s. f. Prenda interior para mujer que consiste en una tela que se ajusta a la cintura y cubre las piernas o parte de ellas. Generalmente en plural.
  3. 2⟶extensión significado
    s. f. Prenda interior para mujer que cubre desde los hombros hasta las piernas.
  4. 1⟶metáfora
    s. f. Esp: Merid Tela que cubre la mesa camilla y que suele llegar hasta el suelo.
  5. s. f. Protección excesiva que ejerce una autoridad. En la construcción entre las enaguas de.
  6. Acepción lexicográfica
  7. s. f. "Vestidura de bayeta negra, a modo de saya, que usaban los hombres en los lutos mayores y los trompeteros de las procesiones de Semana Santa" (RAE, DLE 23.ª ed.-2014).
  8. Acepción lexicográfica
  9. s. f. Esp: Merid (Can) "Camisa de mujer" (Corrales Zumbado / Corbella Díaz / Álvz Mtz, DiccDiferencial Canarias-1996).
  10. Acepción lexicográfica
  11. s. f. Mx "Papel para liar cigarrillos" (Lara, DiccEsp México-2010).
amarrarse las enaguas
  1. loc. verb. CR Imponer [una mujer] su autoridad.
enaguas blancas
    Acepción lexicográfica
  1. loc. sust. Mx "Dícese de la caballería que tiene pelo blanco de los corvejones abajo" (Duque de Regla, DiccEcuestre-1945).
enaguas meadas
    Acepción lexicográfica
  1. loc. sust. CR "Dícese del hombre cobarde, pusilánime" (Arroyo Soto, Habla popular lit costarricense-1969).
pegado a las enaguas
    Acepción lexicográfica
  1. loc. adj. Mx "Pegado a las faldas" (RAE, DRAE 22.ª ed.-2001).

Diccionario histórico del español de Costa Rica

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