7 Ortografía de expresiones que plantean dificultades específicas

7.2 Ortografía de los nombres propios

7.2.2 topónimos

7.2.2.1

Topónimos hispánicos. Los topónimos que aluden a lugares que se encuentran en territorios de habla hispana deben respetar, como las demás palabras, las normas ortográficas del español. La mayor parte posee una única forma asentada y, aunque existen, son raros los casos de topónimos que presentan variantes gráficas admitidas, como Cusco / Cuzco o Xiloá / Jiloá.

No obstante lo dicho, algunos topónimos hispánicos pueden presentar una grafía peculiar por conservar vestigios de antiguos usos ortográficos (Ayllón, México, Ossa de Montiel), incluir variantes formales antiguas (Villar del Salz, forma ant. de sauce) o contener secuencias ajenas al sistema gráfico del español en los casos de formas incorporadas desde otras lenguas, como ocurre en Macuilxóchitl o Buctzotz (México).

Lo normal es que los topónimos que constan de más de una palabra mantengan la escritura separada de sus componentes: Don Benito, Entre Ríos, Punta Arenas, San Cristóbal de las Casas. Sin embargo, cuando los primeros elementos se pronuncian átonos, es posible que, tras un periodo de vacilación, el topónimo compuesto acabe escribiéndose en una sola palabra: Doñana, Puntarenas, Puertollano, Torredonjimeno.

Al igual que el resto de los nombres propios, los topónimos españoles deben someterse a las reglas de acentuación gráfica (→ págs. 38-44): Aguilar de Campoo, Aýna, Ciudad Juárez, Medellín, Mérida, Piedrahíta.

Para aquellos topónimos de áreas bilingües que tienen una forma española y otra propia de la lengua cooficial, lo natural es que los hablantes seleccionen una u otra en función de la lengua en la que estén elaborando el discurso. En consecuencia, los hispanohablantes pueden emplear, siempre que exista, la forma española de estos nombres: Pasó la mayor parte del verano en Sangenjo, pero tuvo tiempo para visitar Bilbao y llegar hasta Gerona.

7.2.2.2

Topónimos extranjeros. Todas las lenguas cuentan con formas propias con las que nombran lugares que no pertenecen a su ámbito geográfico, sino al de otra lengua. Así, en español empleamos Egipto en lugar de la forma egipcia Misr; Croacia en lugar de Hrvatska; en francés denominan Ségovie a la ciudad española de Segovia; Arjantin es la forma turca de Argentina, etc.

Como se ve, el nombre propio con el que se designa un lugar en una determinada lengua no ha de coincidir necesariamente con el que le asignan sus propios habitantes en su lengua materna. Así, un hablante turco utilizará las formas propias Ekvador, İspanya, Kolombiya, Küba, Meksika o Şili en lugar de las españolas Ecuador, España, Colombia, Cuba, México y Chile; y, de forma paralela, es lícito que en español se empleen los topónimos Bombay (no Mumbai), Calcuta (no Kolkata), Costa de Marfil (no Côte d'Ivoire), Esmirna (no Izmir), Pekín (no Beijing).

Siempre que exista una forma tradicional asentada con vigencia en el uso, se recomienda seguir empleándola en los textos escritos en español: Aterrizaremos dentro de quince minutos en Rangún [no en Yangon]; Sus abuelos tenían una tienda en Esmirna [no en Izmir].

Por ello, aunque es frecuente que los medios de comunicación difundan formas locales que difieren de las tradicionales (Mumbai por Bombay, Beijing por Pekín), solo cuando se trate del resultado de un verdadero cambio de nombre, fruto de una decisión política de carácter oficial, debe adoptarse la nueva forma: Burkina Faso por Alto Volta, San Petersburgo por Leningrado, Sri Lanka por Ceilán, etc.

Cuando no existe una forma tradicional española o ha caído en absoluto desuso, en la actualidad suele adoptarse fielmente la forma original: Seattle es la ciudad más grande de Washington; Cumbre de mandatarios en Maastricht (antigua Mastrique); Viajó a Ankara (antigua Angora).

Si el uso de la grafía original está plenamente asentado en nuestra lengua, no debe forzarse la hispanización: Heidelberg, Montpellier, Washington o Plymouth. En cambio, la hispanización sí es adecuada para formas de reciente introducción o para aquellas cuya identidad gráfica no se ve sustancialmente alterada por los cambios necesarios para adecuarlas a nuestro sistema gráfico-fonológico: Bangladés, Galípoli, Lesoto.

>La adaptación se hace necesaria cuando se trata de transcripciones de lenguas de alfabeto no latino.

7.2.2.3

Acentuación y diacríticos en los topónimos extranjeros. Las formas españolas de los topónimos extranjeros, ya sean las tradicionales o nuevas adaptaciones, deben seguir las normas de acentuación de nuestra lengua: Bangladés, Córcega, Dublín, Oceanía, Túnez, Los Ángeles.

Aquellos topónimos extranjeros que no presenten problemas de adecuación a la ortografía del español, también se someterán a nuestras reglas de acentuación: Oregón (ingl. Oregon), Ámsterdam (neer. Amsterdam), París (fr. Paris), Berlín (alemán Berlin).

En cambio, se respetarán los diacríticos originales y no se aplicarán nuestras reglas de acentuación en aquellos topónimos extranjeros que se incorporen al español por mera adopción de la forma originaria: Düsseldorf, São Paulo, Jämtland.

     

    Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española:
    Ortografía básica de la lengua española [en línea], https://www.rae.es/ortografía-básica/ortografía-de-expresiones-que-plantean-dificultades-específicas/ortografía-de-los-nombres-propios/topónimos. [Consulta: 30/06/2024].

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