Tesoro de los diccionarios históricos de la lengua española

mandaol

Diccionario histórico del español de Canarias

mandador, mandaol

mandador, mandaol. (Arc.). m. Persona que manda. Se ha referido principalmente al que dirigía el baile, la partida de envite, así como las faenas de pesca y, en general, otros trabajos colectivos.

10-x-1847 Jable (Viage á Fuerteventura, p.48): Todos dormian, ecepto el mandador, que acurrucado junto al timón, procuraba auyentar el sueño cantando una de esas baladas melancólicas que tan bien imitan el acompasado arrullo de las ondas [...]. 31-x-1852 Jable (El Porvenir de Canarias, p.2): El mandador, que es el que tiene á su cargo la nave, y dirije las operaciones de la pesca. 1899 Ramírez Donde nací (p.128): [...] pronto se vieron flotar en la hermosa ensenada de San Cristóbal, cuatro barcas de pesca, llevando en su seno los artes, con sus paredes de ancha malla coronadas arriba por cien boyas de corcho; el copo; la manganilla, que el mandador del barco lleva en la mano para evitar el enroque, y la cala de muchos cabos que, rápidamente desenrollada en la playa, va dejando sobre el mar, de trecho en trecho, los barriletes o vigías, puntiagudos o saltarines.

1902 Tejera La hija del Mestre (fol.28r): ¿Quié jiso de mandaol ende tierra? ¿No te vide jecho un bobo ejando iscapá el manterío? Pa que allegues a tu padre y a mí, te tiees que comé plimero el Castillo e Sn. Cristoba o bebelte toa junta el agua de la máa. 7-ix-1933 Jable (Hoy i, p.2): «Mandaba» el baile, según costumbre campesina, Ildefonso Aguiar, convecino del «amo». Por cosas de la fiesta se originó entre el «mandador» y José Hernández Hernández, yerno de Aniceto, una riña, la que parece ser también número de estos regocijos campesinos. 15-i-1936 Jable (Diario de Las Palmas, p.3): El «mandador», alegando que estaban «en familia», se negó y entonces el trio golpeó las puertas, buscando bronca y amenazando de muerte a José Robaina. El baile continuó, pero ya soliviantado [...]. 2-x-1944 Jable (La Provincia, p.5): Nos hemos enterado de que Graciano, que a más de ser un buen mandador de envite es un excelente centro delantero, parece haber contraído compromiso por dos años con el Price, de Tenerife. 1955-56 (1977) Guerra Memorias (p.25): En el fondo de sus malicias ─las que un hombre tiene que organizarse para que no lo claven avispas o se lo coman los «caimanes»─ latía como un pulso una experiencia bien cercana: antes de ser mandador indiscutible de envites, fue punto de fuerza, por sus tiempos de servicio al Rey, entre los rocotes más sargos de las laderas y orillas de la Ciudad. Allí aprendió a llevarse las cartas al pecho, a picar y a coger señas, a agacharse a tiempo, a dejarse ir para el pie, a meter un ganchito oportuno, a cantar, en fin, el «¡envío!» en su momento cierto y glorioso, igualmente atorrado para el cañazo, que empenicado sobre el «tres» en última balsa. Jugaría como con los naipes del partido... Ibídem (p.283): ─¡Terrero! ─gritó de pronto el mandador. Y se acallaron los instrumentos en el punto mismo donde los agarró la voz, sin completar la pieza. Ibídem (p.285): ─¡Nada de empeloteras! ─gritó el mandador del baile, acercándose. Ibídem (p.287): Se oyó un grito tremendo del padrino y mandador: ─¡Quietas las mujeres, puñema! ¡Arrímensen contra las paeres! ¡Los hombres a la puerta y que no escape ni uno!

¨ La misión del mandador en el baile consistía, con palabras de Guerra Navarro, en «mantener el orden y evitar el relajo». En Fuerteventura, según el decan ii, es la «Persona que dirige los trabajos de la apañada». Quizá su empleo más habitual hoy sea en el deporte de la lucha canaria, donde, según García Ramos, se llama así al «Capitán o preparador de un equipo». Se ha estimado como arcaísmo al considerarla el drae-01 voz anticuada.